Su cronología
vital varía con la adaptación del mito. Así, cada 100, 500, 540 (y en algunas
leyendas, incluso 1461 ó 12994 años), construye una pira funeraria en su propio
nido, la rellena de inciensos y plantas aromáticas, y al tiempo que entona la
más bella de todas sus canciones, se prende a sí mismo hasta extinguirse. No
existe más que una única ave, cuya forma de reproducción, es, precisamente, el
renacimiento, del que también es símbolo.
El mito del Ave
Fénix se extendió ampliamente entre los griegos, que le dieron el nombre de Phoenicoperus (que
significa alas rojas), apelativo que se extendió por toda la Europa romana. Los
primeros cristianos, influidos por los cultos helénicos, hicieron de esta
singular criatura un símbolo viviente de la inmortalidad y de la resurrección.
En la mitología del antiguo Egipto, el Ave Fénix representaba al Sol, que muere
por la noche y renace por la mañana. Otro símbolo vinculado al Ave Fénix es el
de la esperanza, representa un valor que nunca debe morir en el hombre.
Según Ovidio,
"cuando el Fénix ve llegar su final, construye un nido especial con
ramas de roble y lo rellena con canela, nardos y mirra, en lo alto de una
palmera. Allí se sitúa y, entonando la más sublime de sus melodías, expira. A
los 3 días, de sus propias cenizas, surge un nuevo Fénix y, cuando es lo
suficientemente fuerte, lleva el nido a Heliópolis, en Egipto,
y lo deposita en el Templo del Sol". Como el nuevo Fénix acumula todo
el saber obtenido desde sus orígenes, un nuevo ciclo de inspiración comienza.
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