Se dice que en
el Edén originario, debajo del Árbol del Bien y del Mal, floreció un arbusto de
rosas. Allí, junto a la primera rosa, nació un pájaro, de bello plumaje y un
canto incomparable, y cuyos principios le convirtieron en el único ser que no
quiso probar las frutas del Árbol. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del
Paraíso, cayó sobre el nido una chispa de la espada de fuego de un Querubín, y
el pájaro ardió al instante.
Pero, de las
propias llamas, surgió una nueva ave, el Fénix, con un plumaje
inigualable, alas de color escarlata y cuerpo dorado. Algunas fábulas lo sitúan
posteriormente en Arabia, donde habitaba cerca de un pozo de aguas frescas y se
bañaba todos los días entonando una melodía tan bella, que hacía que el Dios
Sol detuviera su carro para escucharle.
La inmortalidad,
fue el premio a su fidelidad al precepto divino, junto a otras cualidades como
el conocimiento, la capacidad curativa de sus lágrimas, o su increíble fuerza.
A lo largo sus múltiples vidas, su misión es transmitir el saber que atesora
desde su origen al pie del Árbol del Bien y del Mal, y servir de inspiración en
sus trabajos a los buscadores del conocimiento, tanto artistas como
científicos.
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