Áugeo, rey de Elis en el Peloponeso e hijo de Helios, poseía el mejor ganado de toda la comarca. Pero nadie había limpiado los excrementos de los establos durante años y el olor era tan pestilente que llegaba a diversos rincones del Peloponeso. Heracles tuvo que acabar con este problema por orden de Euristeo. Así, debió limpiar todos los establos en un día y como compensación por esta tarea tan sucia y humillante, el héroe pidió llevarse una décima parte del ganado de Áugeo. En lugar de llevar los cubos de un lado para otro, Heracles pensó en una solución más drástica. Entonces hizo agujeros en las paredes del establo y cambió el curso de los ríos Alfeo y Peneo para que llegase hasta allí y limpiasen toda la suciedad. No obstante, Áugeo rechazó pagar a Heracles con la excusa de que actuaba por orden de Euristeo y éste a su vez no reconoció la limpieza de los establos, dado que se suponía que Heracles era entonces un empleado de Áugeo.
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